miércoles, 29 de noviembre de 2017

CAMBIOS EN EL BLOG

¡Hola a todos!

Como ya sabéis el objetivo de este blog era compartir con vosotros todos nuestros textos, pero teniendo en cuenta que en nuestras reuniones hablamos de muchas más cosas, hemos decidido ampliar el contenido del blog y compartir con vosotros todas nuestras tribulaciones.
Esperamos que os gusten y que de vez en cuando nos deis vuestra opinión.

¡Un abrazo!

La escuela de escritores

jueves, 23 de noviembre de 2017

NUEVO COMIENZO

Hoy, mis padres me han dado una mala noticia, nos mudamos a la otra punta del país, yo asombrada y a la vez decepcionada no puedo aguantar las lágrimas, voy a dejar aquí todo, a mis amigos y a mi amor. 
En este viaje solo la música me acompaña, solo la música sabe las veces que me ha devuelto a la vida... mi fiel compañera.

Mi último día en casa, esta lleno de nerviosismo, incertidumbre...por minutos la nostalgia me invade, me acecha. Despedidas, lágrimas, un “hasta luego” que todos en nuestro interior sabemos que es un “hasta siempre”.

Emprendemos el viaje, temprano, los primeros rayos de sol dañan mis ojos tanto como el dolor por la partida, por lo abandonado, por los recuerdos que se cuelan en mi mente sin permiso.
Tras horas de viaje el sueño y el cansancio se apoderan de mi, necesito descanso.
La fina y delicada voz de mi madre pronuncia mi nombre. "Hemos llegado", me anuncia.
Abro los ojos, enrojecidos por el agotamiento y por las lágrimas que sin parar brotaron durante el trayecto.
El coche se detiene, mis piernas están agarrotadas. Bajo y me quedo paralizada en la acera. Observo con atención  todo lo que está a mi alrededor, todo aquello que mi vista puede alcanzar. 
El paisaje es muy agradable, pequeñas casitas de madera decoradas con flores de multitud de colores en sus balcones. Presto un especial interés a los sonidos, risas de niños, canto de pájaros, música que proviene de un grupo de adolescentes que bailan al ritmo de las canciones. Hasta el perfume del aire es delicioso, una floral fragancia estimula mi olfato.
Es el comienzo de un nuevo capítulo de mi vida....parece que no pinta nada mal.

IRENE LISTE

domingo, 19 de noviembre de 2017

EL PODER DE MARÍA

El jugoso, el tierno y el delicioso me llaman. El que todo lo cura. Un pecado, un capricho que no todos pueden permitirse. 
María acaba de comprarse una chocolatina cien por cien chocolate puro. 
Así es, chocolate, el capricho, el pecado, ese soy yo. 
Pero no creáis que María come chocolate así porque sí. Después de comerse la chocolatina entera, se ha sentido tan culpable que ha decidido cumplir su propósito de año nuevo y se ha marchado al gimnasio, a su clase de spinning. 

Masticarme a conciencia, no ha sido un paseo, he de decirte, mi querida María. 
Pero ya cuando has empezado a tragarme, he pasado por la tráquea, por tu garganta... Aceptable. 
Después he llegado al estómago, intestino delgado, grueso... Un viaje movidito. 
Hasta que ha llegado la hora, la hora en la que tú, sí tú, María vas a convertirme en energía en esa condenada clase de spinning. 
Voy pasando como azúcar a la sangre... Uff... Qué mareo. He perdido bastante masa por el camino, que vas a desechar, tú, sí tú, María. 
Te acepto, que me hayas hecho moverme tanto, que me hayas descompuesto, pero es que si sigues así me voy a desintegrar. No pensé que te iba a hacer sentir tan culpable. Además, cada vez vas más rápido, porque cuando te miras los muslos te vengo a la cabeza y no puedes parar de acelerar. 
Tú, sí, tú, María, que ya casi me has hecho desvanecer, que ahora vago como azúcar en sangre, que después de esa clase me has borrado hasta de tu mente. 
Oh María, María, quién fuese tan poderoso como tú, para convertir chocolate en energía.

SOFÍA MORÁN

lunes, 13 de noviembre de 2017

NO QUIERO ESTAR AQUÍ

Estaba ahí, como cada año. Esperando una señal, una respuesta, una razón por la que yo me mereciera esto. ¿Cómo una persona puede merecerse estar sola en este cruel mundo?. ¿Por qué no pude irme con ellos?. Ellos se fueron todos juntos. Sin embargo yo me quede aquí, sola.


Ahí estaba yo con mi tía, hablándome. Se que ella intenta ayudar, que cree entenderme. Pero no, es imposible sentir el dolor que siento tan dentro de mi. Cuántas veces he intentado deshacerme de este dolor de la peor manera imaginable... Cuántas veces he intentado acabar con esto. Dormir y no despertar.
Muchos médicos me intentaron ayudar. Algunos pensaban que el dolor se iría, que lo olvidaría todo con unas simples pastillas. Pero no, el dolor seguía dentro de mi por muchos medicamentos que me dieran. Cuando se dieron cuenta de ello se rindieron, como todos.


Mi único consuelo era ese día en el que ellos y yo estamos más cerca. Mi tía siempre me había dicho que en el día de todos Los Santos ellos estaban más cerca de mi. Que si me concentraba podía incluso llegar a oírlos. Lo intentaba pero lo único que escuchaba eran sus lágrimas, sus gritos, sus súplicas. Me pedían que les ayudara. Me culpaban por no haber ido con ellos. Me sentía culpable. Me odiaba a mi misma por no haber muerto ese día en ese accidente. Odiaba a los médicos que me reanimaron y no me dejaron ir con mi familia. Odiaba este mundo y no quería pertenecer más a él.

Hoy me siento en paz. Por fin he tenido el valor para ir con ellos y dejar esta vida. Hoy soy libre.

MARÍA SÁNCHEZ

domingo, 5 de noviembre de 2017

SOMBRAS SOBRE EUROPA

Ya anochecía en las calles de Múnich, cuando las calles comenzaron a quedar desiertas, el señor Gustav, un farolero humilde, comenzó su turno de trabajo, empezando como siempre por la Calle Strassers. Esa noche era tranquila como todas las noches de verano en Múnich, con una ligera brisa proveniente del norte que conseguía descargar el ambiente y hacer que el trabajo fuese más llevadero y tranquilo.

Luego de haber encendido casi todas las farolas, Gustav se dispuso a girar hacia la plaza Luxgarden, pero al llegar al centro de la plaza para encender la farola que alumbraba el monumento histórico de la ciudad, vio unas figuras que maldecían y murmuraban en un tono muy bajo. Gustav no se acerco al comienzo, permaneció observando desde las sombras la misteriosa escena. Desde su posición consiguió vislumbrar a tres individuos, uno de los cuales tenía un diente de oro, ya que la luz de las farolas reflejaban en él. No pudo enterarse de nada, pero tras un rato de espera, se percato de que había un cuarto hombre, pero estaba en el suelo aparentemente inconsciente. Las otras tres personas no tardaron mucho en abandonar la escena, por lo que Gustav pudo acercarse al lugar. En el suelo, seguía el cuarto hombre quieto, Gustav no supo que sucedía, hasta que vio al lado del cuerpo en el suelo el inconfundible color escarlata de la sangre, sus peores pensamientos se hicieron realidad cuando se aproximó al cuerpo y vio que éste tenía un agujero en la chaqueta y una esquirla de una bala.

Al ver el cuerpo, quiso correr, pero no pudo, tras unos minutos de confusión, consiguió reunir  todo el valor que pudo y comenzó a inspeccionar la escena del crimen. El cadaver, tenía un bolso oculto, pero Gustav que siempre había sido muy astuto lo descubrió, dentro se encontraba un periódico del día y un calendario del año presente, 1913. También encontró unas anotaciones clasificadas que no pudo entender. Por último encontró junto al cuerpo un arma, Gustav estuvo pensando; no podía ser del sujeto fallecido, ya que la hubiese utilizado para defenderse y porque el cargador estaba lleno. Luego de esta reflexión, decidió inspeccionar el arma, solo descubrió una pista, era de la marca “Walther”, una enorme industria de armamento que tenía su sede en Múnich, su dueño el señor Friz von Papen, era el hombre más rico de la ciudad y por todos era sabido que tenía un gran sentimiento nacionalista.

Esta información, no le resolvió nada a Gustav, que decidió volver a su casa para poder observar todo detalladamente. Tardó doce minutos en llegar hasta la puerta de su casa, en un barrio típico del trabajador medio en la periferia de la ciudad, allí subió las escaleras y entró en su humilde morada. Lo primero que hizo, fue encender una vela y ponerla sobre una vieja mesa de roble, que tenía en la cocina. Allí colocó las pruebas e intentó buscar alguna relación entre ellas. Leyó muchas veces el periódico, pero no supo descifrar nada, hasta que volvió a la portada y entonces vio que se había olvidado de leer la noticia más importante del día así que acerco la vela a la portada del periódico y leyó: “Mañana el Kaiser se citará con el embajador francés en la ópera de Múnich”. Al leer esto, recordó que este encuentro era importante; Alemania y Francia, llevaban décadas de rivalidad y toda Europa se encontraba en pie de guerra, una sola mecha que encendiese el polvorín europeo y todos caerían en las garras de la muerte.

Tras terminar de dibujar la escena, tomó una decisión que no solo cambiaría su vida, sino la de miles. Se puso un batín de algodón y se echó a dormir, pensando irónicamente solo en una cosa, “¿Qué me pondré mañana para recibir al Kaiser?”.

A la mañana siguiente, Gustav se despertó pronto, se puso su mejor traje que solo utilizaba para ir a la iglesia, desayunó poco y se encaminó hacia la ópera. Llegó a las enormes puertas de la ópera, allí dos hombres del ejército imperial alemán montaban guardia. Entró en el vestíbulo principal y preguntó dónde se iban a posicionar el Kaiser y el embajador. Tras saberlo pidió una entrada muy próxima, aunque le costó el sueldo de un mes. Esperó un largo rato, hasta que el himno imperial y la Marsellesa, se dejaron oír, anunciando la entrada de los dos líderes. Un mar de aplausos los recibió y tras esto comenzó la ópera.

Gustav, no prestó atención a la ópera, solo a los dos líderes y su compañía, ninguno le sorprendió, todos eran aristócratas, pero el camarero del Kaiser, tenía una característica que le resultaba familiar; un diente de oro. Era el hombre de la otra noche y fue en ese momento en el que Gustav comprendió todo, planeaban atentar contra el embajador para hacer que estallase una guerra. Al lado de los lideres, se encontraba Friz von Papen, el empresario de la marca bélica “Walther”.
No le costó mucho averiguar lo que allí sucedía, el señor von Papen, lo había planeado. Esa noche, atentarían contra el embajador y desataría una guerra que vendría bien a su industria armamentista y lo encumbraría al poder.

Gustav corrió a avisar a la guardia imperial, pero unos hombres lo detuvieron y no le dejaron pasar, seguramente contratados por von Papen. Entonces, vio como el hombre del diente de oro, se metía la mano en la chaqueta y se acercaba al embajador francés. Gustav, empujó a los dos hombres, se deslizó por debajo de los guardias y se abalanzó sobre el embajador cuando el hombre disparó.

Se hizo el silencio por unos segundos, la guardia imperial se abalanzó sobre el tirador y lo neutralizó en el suelo. El embajador estaba asustado, buscando la bala en su cuerpo, pero estaba indemne. Parecía, que no había sucedido nada, pero entonces vieron a un moribundo Gustav tumbado en el suelo agonizando. El Kaiser solicitó ayuda para el hombre, pero ya era muy tarde,  el embajador le preguntó el por qué de salvarle a él, un aristócrata que ni conocía. Gustav se limitó a decir: “Por Alemania”.


PABLO BERDIE

miércoles, 1 de noviembre de 2017

AL FINAL DEL VIAJE

Acaban de fallecer mis abuelos en un accidente ferroviario en la comunidad autónoma de Cuenca. 
Mis padres y yo les habíamos regalado los billetes para que pudieran recorrer Castilla-La Mancha en tren. Era uno de los pocos sueños que tenían y querían hacer juntos. Por desgracia no acabó bien.
Mi abuelo me contaba muchas historias de él cuando era joven. Me hablaba sobre Louis, su mejor amigo desde que eran unos niños. Siempre que visitaba su casa me decía que no era suya, si no de Louis. Se la regaló cuando éste falleció en 1968 a causa de un infarto.
Mi abuelo entonces comenzó a vivir allí con su novia, que más tarde se convirtió en su mujer, y tiempo más tarde en mi abuela. Juntos rociaron las cenizas de Louis por toda la casa como muestra de afecto hacia él. Decía que le hacía ilusión sentir que su compañero seguía con ellos.
Cuando yo era pequeña e iba a su casa, me inquietaba mucho pensar que el alma de Louis seguía por toda ella. Para mi gusto era bastante extraño, mas me alegraba ver el rostro emocionado de mi abuelo cada vez que pronunciaba su nombre. Le debía tener mucho cariño.


Tengo veintidós años. Hasta ahora vivía en un pequeño apartamento de alquiler, pero ver la casa de mis abuelos vacía me pareció una buena oportunidad para conectar con ellos como nunca lo había hecho. Sabía que lloraría cada dos por tres, pues soy muy melancólica. Aún así me mudé y los recordaría para siempre.
Cuando entré con mis maletas, todos los recuerdos vinieron a mi mente. Todas las risas, llantos, juegos, peleas, bromas que había tenido en esa casa me inundaban los ojos de lágrimas. Sabía que si pestañeaba una sola vez, no podría parar de llorar. Intenté aguantarme.
Pasé con mis padres el resto de la tarde mientras me ayudaban a instalarme. Mi padre me animaba. Mi madre no articulaba palabra, eran sus padres y estaba apunto de llorar. Estuvimos en silencio varios minutos. Al final decidí que debían irse. Todo estaría más claro mañana.
Acompañé a mis padres hasta la puerta y los despedí con un tierno abrazo. Vi como se alejaban y cerré la puerta. Me quedé sola. Estaba apunto de llorar cuando un ruido en la planta alta me llamó la atención. Pensé que se habría caído alguna de mis cosas. Fui a comprobarlo.
Mientras subía las escaleras en dirección a mi habitación, escuché un susurro que me heló.
“—Tú.”
Me dijo. Me aferré con todas mis fuerzas al pasamanos de la escalera, intentando no moverme. Me replanteé lo que acababa de escuchar. Intenté convencerme de que eran los vecinos. Seguí mi camino. No puse el pie en el suelo que escuché de nuevo otro susurro.
“—Por tu culpa.”
La voz sonaba con eco, como si de un fantasma se tratase. Empecé a marearme. Continué. Cuando al fin llegué a la puerta intenté escuchar con atención por si otra voz sonaba. La casa entera se mantenía en silencio. Me alivié y apoyé la mano en el pomo de la puerta. Hice un pequeño giro de ciento ochenta grados hacia la izquierda. Tiré hacia mí. La puerta no se abrió. Lo intenté de nuevo. Nada. Cogí carrerilla para intentar tirar la puerta. Me abalancé sobre ésta, pero justo antes de que pudiera tocarla, se abrió, haciendo que yo aterrizara sobre el suelo. Boca abajo.
“—Le quedaban buenos años para que tú se los hayas quitado.”
Me giré rápidamente cuando escuché de nuevo la voz. No vi a nadie. Todo esto me pareció muy extraño. Me incorporé cuidadosamente a la vez que intentaba protegerme con una llave de karate. De repente, la luz que entraba a través de las ventanas se esfumó y las viejas persianas de madera bajaron de golpe, fracturándose en la parte inferior.
“—No mereces estar en mi casa.”
Di un respingo. Ahora todo tenía sentido. El hecho de que una voz me susurrara, el hecho de que estuviera molesto por la muerte de mi abuelo, el hecho de que me culpara a mí por haberle regalado ese viaje... No podía ser otro que el mejor amigo de mi abuelo.
—¿Louis? —pregunté aterrada mientras intentaba encontrar el interruptor para encender las luces.— ¿Eres tú? —nadie contestó. Entre tanto, yo seguía inquieta. Muy inquieta.


Al fin logré encontrar el interruptor. Las luces iluminaron toda la estancia. Las voces no se oían.
—Déjate de bromas Louis. —amenacé con la voz quebrada—. Se que estás ahí.
Intentaba hacerme la valiente. Una extraña risa puso fin a mis pensamientos. Los plomos saltaron y las bombillas se hicieron añicos. Un trozo de cristal me hizo una pequeña herida en la frente. Intenté calmarme. No pude.
—¿Qué quieres de mí? —le pregunté histérica. Ahora había empezado a sentir miedo de verdad.
“—Oh, nada. Solo quiero que te reúnas con tu abuelo. ¿No es lo que querías? Estar más cerca de él.”
Su voz tenía un tono tétrico. Intuí que quería terminar con mi vida. Comencé a llorar. Tenía que hacer algo. Por favor, solo tenía veintidós años, no podía dejar que mi vida terminase así, a “manos” de un espectro. De un alma enferma. De Louis. Intenté contraatacar.
—Mi abuelo nunca te respetará si me matas. —grite con las pocas fuerzas que quedaban dentro de mí—. Soy su única nieta y se sentirá hecho polvo si acabas con ella. Es decir, conmigo. ¡Soy especial para él!
La habitación se quedó en silencio, como si Louis no supiese que más decir. En consecuencia retrocedí cuidadosamente intentando llegar a la puerta y huir de allí. Pero no pude. Louis la cerró de un portazo y encendió una pequeña vela, dando un foco de luz a la estancia.
“—¡Traidora! Tú lo mataste. Tú lo llevaste a ese viaje.”
A Louis le dieron igual mis palabras, se le notaba muy enfadado. Posteriormente noté como una fuerza sobrenatural me levantaba del suelo y me lanzaba fuertemente contra la pared. Me golpeé la cabeza. No recuerdo nada más. Creo que me desmayé. Cuando abrí los ojos vi a mi abuelo, que me esperaba con los brazos abiertos. Mi abuela estaba a su lado, emocionada. Los miré y corrí hacia ellos. Les abracé.
Mi abuelo me tocó la frente como de costumbre. En ese momento me fijé y me di cuenta de que la herida de mi frente había desaparecido. La cabeza tampoco me dolía. No estaba en la casa de Louis, sino en un ambiente cálido, hogareño... 
—Dónde estamos, abuelo. —le pregunté con la esperanza de que me contestara un lugar en concreto.
En el cielo, hija mía. Ahora somos una estrella más en el firmamento.

No entendí muy bien a lo que se refería, mas no me importó. Todo estaba bien. Yo seguía algo aterrada por lo sucedido hacía apenas media hora, pero me encontraba bien. Estaba feliz, cansada, tranquila... para siempre.

ANDREA NOGUERAS

Digesta-01

-“Capitán Brown, diríjase inmediatamente a la Nave Disgesta-01” “Repito, capitán Brown, diríjase...” Ahí estaba, la voz de Claire, la chi...