martes, 31 de octubre de 2017

EL ASESINO DE ELISABETH MOLLEN

Las notas resonando en mis oídos, el tacto frío y amarmolado de las teclas en mis dedos. Eso era para lo que vivía. Para lo que me despertaba por las mañanas. Todo antes de conocer a George. Un hombre alto y apuesto, con sentido del humor y educado. Estaba perdidamente enamorada de él, bueno lo sigo estando. No lo conocí en un evento ni una fiesta de la aristocracia, como a mi padre le habría gustado. Si no que nos encontramos en una taberna escondida entre la vegetación de un gran bosque. Era un sitio horrible, sucio y sin nada de encanto. Mas no me costaron ni dos segundos sentarme a su lado a charlar sobre algo. Yo no solía frecuentar aquel sitio. En mi tiempo libre solía pasear por el bosque tarareando alguna canción, pero aquel día mi sed me obligó a entrar. Estuvimos encontrándonos allí durante dos o tres meses, sólo hablando. Conforme pasaba el tiempo nuestras citas cambiaban ligeramente. Paseábamos por el bosque, leíamos y un día hasta me oyó tocar el piano. Me encantaba pasar tiempo con él y supongo que a él también conmigo, acabamos casándonos cuando yo cumplí veintidós años. Se convirtió en la primera razón por la que levantarme cada día. A más pasaba el tiempo más me enamoraba de él. Siempre me miraba con ternura, y cuando tocaba el piano para él parecía quedar hipnotizado. Su compositor preferido era Fréderic Chopin. Siempre que tocaba una obra suya cerraba los ojos y apoyaba su barbilla en mis hombros. Notaba que su cuerpo caía en un estado de relax espeluznante, parecía transportarse a una realidad paralela.

Recuerdo los primeros meses de matrimonio como los mejores de mi vida. Hacíamos meriendas campestres continuamente y lo pasábamos en grande acudiendo al teatro y bailando en fiestas a las que éramos invitados. Hasta que apareció. Surgió de la nada, de la bruma , como de la oscuridad. Por su culpa yo estoy así ahora.

Me llamaba Elisabeth, y si os estáis preguntando por qué me llamaba y no me llamo es porque he muerto. Y no por dentro, no figuradamente, aunque también, si no física y literalmente. Sí, soy un fantasma. Un espíritu, parte del viento. Como ya sabéis, cuando estaba viva lo único que amaba era mi piano y mi marido George. Por eso, un día mientras tocaba el piano, escuché un ruido extraño. Un escalofrío me recorrió la espalda, pero seguí tocando. Lo escuché de nuevo y me levanté del taburete. Miré hacia los lados y cuando me disponía a volver a sentarme. Note como si algo me estuviese atravesando el alma. Un frío estremecedor, mis piernas comenzaron a tambalearse. En apenas unos segundos caí sobre el frío suelo. Y entregué mi último y débil aliento al polvo del suelo. Alguien me asesinó, lo hizo brutalmente, y no sé quién fue. Ahora he quedado atrapada en el piano, asustada. Mi mayor miedo es que mi asesino pudo ser mi amado George.

12 de mayo de 1874, Inglaterra
Aquel día daba un recital en el teatro de York. Como siempre George me miraba con ojos de cachorrito desde la primera fila. Pero cuando cambié la partitura para tocar la última canción, noté que unos ojos que no eran los de George se habían posado en mí, y me miraban fijamente, podría decirse que hasta lo hacían con desprecio. Decidí no prestarles demasiada atención, intenté no pensar, sólo tocar, pero por mucho que lo intenté no pude. Esos ojos oscuros como el café... Oj sentía cómo me desgarraban el alma y penetraban en mi ser sin ni siquiera llamar antes de entrar. "Ridículo, completamente ridículo". Decía George una vez acabé mi recital y le conté aquel extraño suceso. Creo que jamás le había visto tan indignado. No creí que fuese a molestarle. Pensé que me habría tranquilizado diciendo que sólo habría sido una sensación. Pero no lo hizo. En cambio decidió esperar a que aquella persona saliese del teatro para cantarle las cuarenta. Supongo que a George le gustaba tanto que tocase el piano que aquello le pareció inconcebible. Pasados unos quince minutos de espera vi salir a una mujer muy bella, de piel morena, pelo largo y oscuro. Pero cuando le miré a los ojos. Cuando descubrí que aquellos ojos color café que me habían atormentado le pertenecían, le di un golpecito a George en la mano, y con cuidado señalé a la mujer con la cabeza. George sonrió, hasta que giró la cabeza y analizó cuidadosamente el rostro de aquella chica. Le cambió la cara. Su sonrisa se transformó en una mueca de sorpresa e indecisión. En ese momento me ofreció subir al coche y me dijo que iba a hablar con ella.

-Por favor George, se bueno con ella. Seguramente sólo se fascinó al verme tocar.
-Tranquila, no voy a hacerle ningún daño, sólo quiero hablar con ella.
George cerró la puerta, y mientras lo observaba tras la ventana el cristal iba empañándose con mi respiracion nerviosa. ¿Por qué tardaba tanto? ¿La conocía de algo? En ese monto me di cuenta de que estaba hiperventilando, me tranquilicé y esperé pacientemente a mi marido.

Después de este acontecimiento George nunca volvió a ser el mismo. Ya nunca se quedaba a escuchar mi piano, siempre estaba fuera y volvía a altas horas de la noche.
Yo pasaba el tiempo esperándole, aguardando su llegada con ansia y dolor al pensar en lo que sabía que George estaba haciendo. Yo sabía que me era infiel, lo había asumido.
Una de aquellas frías noches de invierno decidí seguir a mi marido hasta su picadero. Fui tras él durante horas hasta que llegué a un extraño bar en las afueras de la ciudad. George entró y besó a aquella hermosa mujer que me espiaba en el recital. Empezaron a hablar en un idioma distinto al mío, aunque familiar. La mujer sacó dos billetes de tren de su bolsillo, diciendo:

-¿Es que no lo ves George? es nuestra oportunidad. Por fin podrás deshacerte de ella y volver conmigo. Róbale todo lo que tenga mientras duerme, como habíamos acordado, y vuelve a Brasil conmigo.

-Irina, no es tan sencillo.

-Sí que lo es, tú sólo sigue el plan.

-Es que verás... Yo...

-Vamos, George. No puedes hacerme esto. El plan era conseguir dinero y volver a Brasil juntos, casarnos y vivir felices de nuevo.

-Yo... Irina, yo...

-Tú la quieres ¿verdad? es eso. La prefieres a ella.

-No, Irina, vamos tranquilízate

-¡No quiero calmarme! ¡Si no la matas tú lo haré yo!

La mujer salió corriendo del local, y George unos minutos después de ella. Yo retiré la cara de la ventana desde la que les había estado escuchando, estaba toda empañada por mi rápida respiración y mis lágrimas de dolor cortaban en muchos pedazos la nube que recubría el cristal.
Me retiré poco a poco del cristal y salí corriendo. Llegué a casa jadeando, me senté en mi piano y tocando Claro de Luna comencé a sollozar. Fue aquella fatídica noche en la que noté aquellas frías manos agarrándome y arrebatándome lo único que me quedaba de un cuchillazo, mientras pronunciaba mis últimas palabras como un suspiro, “mi piano, no os llevéis mi piano”.


SOFÍA MORÁN

miércoles, 25 de octubre de 2017

Bienvenidos

Bienvenidos al blog de la escuela de escritores del colegio San Gabriel de Zuera.
Somos un grupo de alumnos de 3º de ESO que desde hace años nos reunimos todas las semanas para crear historias, dar vida a personajes, vivir mil aventuras y adentrarnos en mundos a los que solo podemos acceder gracias a la escritura.
Nos encanta escribir, y dice nuestra profe que no se nos da nada mal, así que en este blog encontraréis  los textos que iremos creando a lo largo del curso.
Esperemos que os guesten y que nos lo hagáis saber.

Un abrazo

Irene, Paula, Sofía, Alejandro, Pablo, María y Andrea

Digesta-01

-“Capitán Brown, diríjase inmediatamente a la Nave Disgesta-01” “Repito, capitán Brown, diríjase...” Ahí estaba, la voz de Claire, la chi...