domingo, 5 de noviembre de 2017

SOMBRAS SOBRE EUROPA

Ya anochecía en las calles de Múnich, cuando las calles comenzaron a quedar desiertas, el señor Gustav, un farolero humilde, comenzó su turno de trabajo, empezando como siempre por la Calle Strassers. Esa noche era tranquila como todas las noches de verano en Múnich, con una ligera brisa proveniente del norte que conseguía descargar el ambiente y hacer que el trabajo fuese más llevadero y tranquilo.

Luego de haber encendido casi todas las farolas, Gustav se dispuso a girar hacia la plaza Luxgarden, pero al llegar al centro de la plaza para encender la farola que alumbraba el monumento histórico de la ciudad, vio unas figuras que maldecían y murmuraban en un tono muy bajo. Gustav no se acerco al comienzo, permaneció observando desde las sombras la misteriosa escena. Desde su posición consiguió vislumbrar a tres individuos, uno de los cuales tenía un diente de oro, ya que la luz de las farolas reflejaban en él. No pudo enterarse de nada, pero tras un rato de espera, se percato de que había un cuarto hombre, pero estaba en el suelo aparentemente inconsciente. Las otras tres personas no tardaron mucho en abandonar la escena, por lo que Gustav pudo acercarse al lugar. En el suelo, seguía el cuarto hombre quieto, Gustav no supo que sucedía, hasta que vio al lado del cuerpo en el suelo el inconfundible color escarlata de la sangre, sus peores pensamientos se hicieron realidad cuando se aproximó al cuerpo y vio que éste tenía un agujero en la chaqueta y una esquirla de una bala.

Al ver el cuerpo, quiso correr, pero no pudo, tras unos minutos de confusión, consiguió reunir  todo el valor que pudo y comenzó a inspeccionar la escena del crimen. El cadaver, tenía un bolso oculto, pero Gustav que siempre había sido muy astuto lo descubrió, dentro se encontraba un periódico del día y un calendario del año presente, 1913. También encontró unas anotaciones clasificadas que no pudo entender. Por último encontró junto al cuerpo un arma, Gustav estuvo pensando; no podía ser del sujeto fallecido, ya que la hubiese utilizado para defenderse y porque el cargador estaba lleno. Luego de esta reflexión, decidió inspeccionar el arma, solo descubrió una pista, era de la marca “Walther”, una enorme industria de armamento que tenía su sede en Múnich, su dueño el señor Friz von Papen, era el hombre más rico de la ciudad y por todos era sabido que tenía un gran sentimiento nacionalista.

Esta información, no le resolvió nada a Gustav, que decidió volver a su casa para poder observar todo detalladamente. Tardó doce minutos en llegar hasta la puerta de su casa, en un barrio típico del trabajador medio en la periferia de la ciudad, allí subió las escaleras y entró en su humilde morada. Lo primero que hizo, fue encender una vela y ponerla sobre una vieja mesa de roble, que tenía en la cocina. Allí colocó las pruebas e intentó buscar alguna relación entre ellas. Leyó muchas veces el periódico, pero no supo descifrar nada, hasta que volvió a la portada y entonces vio que se había olvidado de leer la noticia más importante del día así que acerco la vela a la portada del periódico y leyó: “Mañana el Kaiser se citará con el embajador francés en la ópera de Múnich”. Al leer esto, recordó que este encuentro era importante; Alemania y Francia, llevaban décadas de rivalidad y toda Europa se encontraba en pie de guerra, una sola mecha que encendiese el polvorín europeo y todos caerían en las garras de la muerte.

Tras terminar de dibujar la escena, tomó una decisión que no solo cambiaría su vida, sino la de miles. Se puso un batín de algodón y se echó a dormir, pensando irónicamente solo en una cosa, “¿Qué me pondré mañana para recibir al Kaiser?”.

A la mañana siguiente, Gustav se despertó pronto, se puso su mejor traje que solo utilizaba para ir a la iglesia, desayunó poco y se encaminó hacia la ópera. Llegó a las enormes puertas de la ópera, allí dos hombres del ejército imperial alemán montaban guardia. Entró en el vestíbulo principal y preguntó dónde se iban a posicionar el Kaiser y el embajador. Tras saberlo pidió una entrada muy próxima, aunque le costó el sueldo de un mes. Esperó un largo rato, hasta que el himno imperial y la Marsellesa, se dejaron oír, anunciando la entrada de los dos líderes. Un mar de aplausos los recibió y tras esto comenzó la ópera.

Gustav, no prestó atención a la ópera, solo a los dos líderes y su compañía, ninguno le sorprendió, todos eran aristócratas, pero el camarero del Kaiser, tenía una característica que le resultaba familiar; un diente de oro. Era el hombre de la otra noche y fue en ese momento en el que Gustav comprendió todo, planeaban atentar contra el embajador para hacer que estallase una guerra. Al lado de los lideres, se encontraba Friz von Papen, el empresario de la marca bélica “Walther”.
No le costó mucho averiguar lo que allí sucedía, el señor von Papen, lo había planeado. Esa noche, atentarían contra el embajador y desataría una guerra que vendría bien a su industria armamentista y lo encumbraría al poder.

Gustav corrió a avisar a la guardia imperial, pero unos hombres lo detuvieron y no le dejaron pasar, seguramente contratados por von Papen. Entonces, vio como el hombre del diente de oro, se metía la mano en la chaqueta y se acercaba al embajador francés. Gustav, empujó a los dos hombres, se deslizó por debajo de los guardias y se abalanzó sobre el embajador cuando el hombre disparó.

Se hizo el silencio por unos segundos, la guardia imperial se abalanzó sobre el tirador y lo neutralizó en el suelo. El embajador estaba asustado, buscando la bala en su cuerpo, pero estaba indemne. Parecía, que no había sucedido nada, pero entonces vieron a un moribundo Gustav tumbado en el suelo agonizando. El Kaiser solicitó ayuda para el hombre, pero ya era muy tarde,  el embajador le preguntó el por qué de salvarle a él, un aristócrata que ni conocía. Gustav se limitó a decir: “Por Alemania”.


PABLO BERDIE

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