miércoles, 2 de mayo de 2018

LA QUEMA DE LIBROS

30 de Enero de 1933, Berlín, Alemania:

Apagué la radio con una mueca de consternación por lo relatado en el informe nacional, no se oía nada más en la habitación a excepción de mis suspiros. Así fue durante un largo rato en el que aproveché para organizar mis pensamientos y plantear una solución, pero no me dio tiempo a nada de eso. Abajo en la calle se oían personas gritando y marchando. Los pasos se intensificaron y oí como varios individuos entraban en el portal y subían por las escaleras destrozando todo a su paso.


Entonces llamaron a mi puerta y me dirigí para abrirla, pero antes de ello intenté tranquilizarme para no mostrar preocupación. Tampoco tuve tiempo de eso, ya que volvieron a llamar a la puerta con más fuerza, finalmente abrí.

-¡Heil Hitler!. Me respondieron todas las voces al unísono.

Al otro lado de la puerta se encontraban cuatro muchachos vestidos con el uniforme del partido nazi.

-¿Qué queréis chicos?

-Lo que debe darnos es una explicación señor Frisman, usted siempre comentaba que este día no llegaría, me temo, para usted, que ha llegado. Respondió el mayor de los chicos.

-Siempre se ha postulado como un socialdemócrata y ahora todos los partidos han sido prohibidos. Tenga cuidado, le estaremos vigilando. Dijo otro chico.


Dando por zanjada la conversación los cuatro chicos bajaron las escaleras cantando el nuevo himno del Estado. Así era ahora la realidad alemana, nacionalismo y orden a través de la violencia, la opresión y el miedo.

No puede reaccionar ante aquellos chicos y me vi obligado a apartar mi orgullo y a volver a mi desolado sillón, pero antes de sentarme sonó el teléfono y me vi obligado a contestar. Era mi hermano, lo noté nervioso por el tono y la rapidez con la que hablaba, pero aun así lo entendí:

-Alexander, han saqueado mi librería esas bestias fanáticas, la han desvalijado completamente.

-¿No has avisado a la policía?. Pregunté.

-Claro que lo he hecho, pero me han respondido que los libros que me han quitado están prohibidos por no correctos con la cultura alemana y que por tanto se emplearán en el desfile de esta noche.

-¿Qué desfile? Bueno, da igual en diez minutos estoy allí y pensamos algo.

-De acuerdo, gracias hermano.

Colgué el teléfono y me dirigí al perchero a por mi chaqueta, una vez con puesta salí por la puerta sin siquiera cerrarla, mi hermano y sus hijos dependían de los humildes ingresos de esa librería que les daban para comer y vestirse.

Comenzaba a oscurecer cuando salí a la calle, aunque seguía habiendo mucha actividad en la calle. No me percaté de lo que ocurría a mi alrededor, a excepción de que todos los balcones de las fachadas que estaban decoradas con la cruz gamada, nueva bandera nacional.

Me presenté puntualmente en la librería de mi hermano, pero desde la distancia se veía el deteriorado. Allí a la puerta del negocio me esperaba mi hermano que se acercó a recibirme.


Estuvimos hablando un rato sobre los hechos que habían sucedido, sin llegar a ninguna respuesta clara. Con todo ello decidimos ir al desfile que se iba a celebrar frente a la cancillería, por lo que cogimos el primer tranvía que llevaba a la avenida Unter den Linden, donde comenzaba la concentración nazi.


Mi hermano llevaba una lista con los libros que le habían requisado y cuando leyó el título del primero, yo lo avisté en una furgoneta junto a otro puñado de libros. Él comenzó a mirar la lista una y otra vez, cuando acabó de leerla se fijó en que todos los libros estaban en ese montón y corrimos para impedir que se los llevasen, pero antes de llegar dos docenas de jóvenes nos adelantaron y rodearon la furgoneta impidiéndonos acercarnos. Cuando los chicos se fueron, no quedaba ni un solo libro. Así que nos dispusimos a perseguirlos hasta una calle, pero fuimos arrastrados por miles de personas con antorchas hasta la plaza de la cancillería.
Allí fuimos testigos de la finalidad del desfile y frente a la pira que consumía vorazmente los libros fui testigo de que lo único que es necesario para que el mal triunfe es que las personas buenas no hagan nada. 

PABLO BERDIE

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